Con mi carnala a solas en la casa

Mi hermana y yo siempre hemos sido muy unidos, sobre todo
desde que papá se largó con otra vieja y mamá empezó a pasar más tiempo con sus
novios que con nosotros. No tardamos en darnos cuenta de que sólo nos teníamos
el uno al otro, y poco a poco no pudimos evitar enamorarnos. Por más que
intentábamos contener nuestro deseo sexual prohibido, finalmente una noche no
pudimos contenernos más y, luego de un “inocente” juego de cosquillas, terminé
clavándole un dedo en la panocha mojadita mientras mi boca saboreaba la miel de
sus pezones morenos, haciéndola temblar de placer a la vez que mi verga quería
romper mi pantalón de las ganas de lanzarse a la cuevita húmeda de mi hermana para
hacerla mía, a escondidas de mis padres.