Aunque parezcamos unos culeros por haber hecho esta maldad, ustedes tienen que saber la historia detrás de todo esto. Esta pobre mujer desamparada por el culero de su marido que siempre estaba tan cansado como para no darle ni un triste beso, vino en busca de mi ayuda para aliviar su soledad. Yo quien soy para negarle una cogida a alguien, el sexo es como un vasito de agua, no se le debe negar a nadie. Así que la deje entrar a mi casa, la encueré, la abrí de patas, le sobé su clítoris con la lengua hasta que la sentí mojadita y después la penetré bien duro contra el muro hasta que la hice gritar mi nombre como una pinche loca.