Mi suegra golosa se traga los mecos y me besa

Quien viera a la doña saliendo bien maquillada, perfumada y elegantemente vestida saliendo de misa los domingos, jamás en la vida podría imaginarse que la vieja es en realidad una fogosa putona que disfruta convertirse en mi perra cuando mi mujer se encuentra en uno de sus frecuentes viajes, ya que mi esposa trabaja de azafata. Por suerte para mí, no me quedo sin mujer en mi cantón, ya que viene al rescate mi “amable” suegrita cachonda que atiende todas mis necesidades de hombre: me cocina, me lava y me monta en las noches para que no vaya de pirujo a revolcarme con otras viejas, prefiere que le llene su chochito de leche, esa panocha en la que engendró a su hija, mi esposa, y que ahora también recibe mi verga

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